El mundo gira, la vida pasa y siempre tiene que haber un maldito turista que lo grabe. En este caso me alegro porque es difícil estar en la sabana y observar a la naturaleza en estado puro. Son ocho minutos de viaje astral en el que te desprendes de tu cuerpo físico y entras en contacto con otros seres. Vecinos y extraños a la vez, sin abstracciones sobre el bien o el mal, nos ofrecen a diario lecciones de lucha por la vida y por la muerte.
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